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lunes, 21 de junio de 2010

Quien no se la ha sobado en la Sabana...

Durante mi adolescencia, el Parque la Sabana y su balneario era visitado por muchas personas cada fin de semana. Yo acostumbraba ir tanto como podia. A veces con mi hermano, a veces con los compañeros de colegio, en algunas raras ocasiones solo.

Ese día estaba bastante caluroso, pero no muy soleado. Luego de tomar un poco de sol, y hacer que nadaba un poco me aburri y decidi salir del balneario y caminar por el parque.

Pasaba del medio día y muchos grupos se reunían jugando pelota, o alguna otra cosa. De un momento a otro el cielo se nublo y la lluvia no tarde en mostrar las primeras gotas. Tranquilamente, como iba en pantaloneta y camiseta solo me arrime a un árbol tratando de guarecerme de la lluvia, en un pobre salveque llevaba un paño y la pantaloneta que había usado de traje de baño. Unos momentos después lo que era una llovisna estaba converiendose en un aguacero torrencial, y aunque trate de la mejor majera de buscar donde cubrirme del aguacero, quede totalmente empapado de pies a cabeza.

Para ese momento daba la vuelta cerca del estadio y volvia hacia el centro de la meseta que contituye el parque. Había pasado poco más o menos una hora y ya no divisaba a un solo paseante por el lugar, aunque el sol poco a poco parecia emerger. De este modo decidí subir a lo alto de una loma para apreciar el paisaje y con esto, poder determinar que tanta gente habia en los alrededores. Al llegar a lo alto me topo con la figura metalica (y enorme) de un indio corriendo, completamente desnudo. Apoyandome contra su brazo estendido miro a todo el rededor. Sorprendentemente desde ese monticulo puedo dominar gran parte del parque y puedo ver algunos autos no lejos entre los árboles. Es la calle que circunda el Parque.

Aun cuando el sol apenas calienta, el agua que discurre por mi cuerpo me hace temblar un poco. Por lo que procedo a quitarme la camiseta y trato de escurrirla lo mejor que puedo, para luego dejarla sobre el brazo del indio metalico. En un acto reflejo y como esperando que alguien me sorprenda miro a mi alrededor, no se nota ni un alma, y antes de que yo mismo me de cuenta me he quitado tambien la pantaloneta. Por lo que quedo en mis calzoncillos blancos y las tenis sin medias. Mi corazon se acelera y nuevamente miro al rededor, no creo que alguien observe me digo... y sin mayor reparo me quito tambiél el calzoncillo, casi a punto de caer al suelo por la prisa y la eminente exitación que esta proesa me está causando.

Ahora, ambos desnudos... el indio metalico y yo... puedo sentir el roce del viento en mi cuerpo y mi pene irguiendose, se presenta firme y fuerte. Mi corazon late con fuerza y se lo que viene a continuación. Como un aguila aguzo la mirada y me coloco del lado contrario a la carretera, para que el indio cubra parte de mi fechoria, mientras doy rienta suelta a un sobo en la cima del mundo... o al menos del parque la sabana. Mi exitación acelera mi ritmo, y lleva calor a todo mi cuerpo, mientras mi miembro vibrante me envia oleadas de sensaciones placenteras... me yergo en el ultimo momento, mientras mi pesada carga cae sobre el cesped mojado y me sacudo involuntario ante los espasmos de mi cuerpo joven.

A lo largo escucho silvidos y me apresto a observar de donde procede; a lo lejos algunos chicos se acercan, tal vez a unos 800 metros, sin prisa me paso al otro lado mientras tomi mi ropa y me visto de nuevo, para continuar con mi travesia hacia el otro lado del parque. Mi ropa mojada me hace sacudirme al contacto con mi cuerpo aún calido y sudoro por la experiencia recién acometida.

Los silvidos se redoblan y me embarga un poco de culta, y miedo, por lo que los tipos que se acercan puedan emprender contra mi al toparme con ellos. Por lo que emprendo el descenso en forma perpendicular a la llegada de los extraños. Mientras se acercan los miro de reojo en caso de tener que emprender una no muy graciosa, pero si presurosa huida. Sin embargo mucha es mi sorpresa y tranquilidad al ver lo que algunos del grupo hacen. Se han sacado el pene y otro más atrevido trae su pantaloneta a media pierna. Se tocan mientras se rien, vacilan y se mofan unos de otros. Me miran y rien, pues seguro ese fue o es su plan.

Pero no los acompaño, o no, mejor me retiro para vivir otra experiencia y quedar en el anomimato, y recordar siempre... quien no se la ha sobado en la Sabana?

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